
Mi primer jefe hizo una labor de mentor conmigo que, a pesar de los pesares, me espabiló de forma acelerada. Yo empecé a trabajar con una visión muy idealizada del trabajo y del entorno de la organización. Empecé trabajando con una beca, mientras terminaba la facultad de Matemáticas.
Este jefe me enseñó a buscarme la vida en el nivel naranja de la Dinámica Espiral, el mundo del business, por aquel entonces, agresivo y despiadado mundo del «camino de la rata», el truco «del palo y la zanahoria», los eternos niveles de «carrera profesional», donde empiezas como junior 1, junior 2, junior 3, analista 1, analista 2, analista 3, consultor 1, consultor 2, manager, director, y si no has muerto por el camino, o has entrado en una profunda depresión, y has renunciado por completo a tu vida personal, a lo mejor un socio se jubila y te promocionan a socio.
Una maquinaria productiva basada en exprimir al máximo a las personas más abajo de la jerarquía, para que los puestos superiores puedan cobrar sus salarios de 80.000, 100.000, 200.000€, etc. Porque su imagen, sus habilidades de relaciones públicas, y su influencia para cerrar contratos, valían esos salarios. Sus redes de poder, sus redes de contactos, sus amigos en posiciones de poder movían los hilos para cerrar las oportunidades de proyectos millonarios.
Te enseñaban a elaborar ofertas, donde se presentaban los CVs de los mejores de la organización para que la oferta se puntuase con la mayor calificación. ¿Luego esos perfiles eran quienes ejecutaban el proyecto? Las ofertas iban cargadas de 1 remero y 10 palmeros.
Este jefe me recomendó leer algunos libros:
- ¿Quién se ha llevado mi queso?.
- Sun-Tzu, el arte de la guerra para ejecutivos y directivos.
- Bushido, el camino del samurai.
- Cómo ganar amigos e influir sobre las personas.
- Nunca comas solo, claves del networking para optimizar tus relaciones personales.
Fui aprendiendo a base de golpes, decepciones y frustraciones, que quien te hacía un favor, era porque esperaba otro favor de vuelta. Nadie regalaba nada. Se llevaba una cuenta de quién debía a quién favores.
En diferentes ocasiones, de repente, te contactaba una persona que nunca la habías visto. No sabías quién era. Nunca habíais hablado. Esta persona se inventaba alguna excusa para empezar a hablar contigo, por ejemplo, en la sala de descanso de la comida, en la zona del café. Daba igual. Esa persona quería algo de ti. Y se buscaba las mañas, para inventarse una forma de contactar contigo. Movía sus redes de poder, a veces sutilmente, y otras bastante descaradamente.
Solían tener un patrón de comportamiento. No sé si lo habían aprendido en libros o cursos, o de sus superiores que les habían enseñado esa forma de comportarse. Trataban de ser amables, falsamente amables. Fingían querer hacerse amigos tuyos. Trataban de sacarte temas personales y entrometerse a bocajarro en tu vida personal, trataban de buscar tus puntos débiles, por dónde podían hacerte daño, por dónde podían criticarte, o provocarte para sacarte de tus casillas. Verdaderos estrategos de juegos de poder. Si de mi hubiese dependido, los habría despedido a todos, por falsos, sin ninguna ética profesional, que se convertían en extorsionadores.
Hace unos meses, un amigo me recomendó volver a leer el libro del Sun-Tzu, el arte de la guerra para ejecutivos y directivos. Y volví a leer algunas reflexiones interesantes.
Un ejército se halla expuesto a 6 calamidades, que no proceden de causas naturales, sino de errores de los que únicamente el general será responsable. Estas son:
- Huida.
- Insubordinación.
- Colapso.
- Ruina.
- Desorganización.
- Fuga desordenada.
Respecto a la huida, explica que, en condiciones similares, si una fuerza se lanza sobre otra que es 10 veces superior, el resultado será que la primera fuerza huirá.
Cuando los soldados de a pie son demasiado fuertes y sus oficiales demasiado débiles, el resultado será la insubordinación. Si ocurre al contrario, que los oficiales son demasiado fuertes y los soldados de a pie demasiado débiles, el resultado será el colapso.
Si los oficiales superiores están enfadados e insubordinados, al encontrarse con el enemigo, combatirán por su cuenta, impulsados por el resentimiento, antes que su jefe pueda indicarles si están o no en posición para combatir, y el resultado será la ruina.
Cuando el general es débil y no tiene autoridad, cuando sus órdenes no son claras y concisas, cuando a los oficiales y a los hombres no se les asignan deberes fijos que cumplir y las filas se forman de una manera descuidada y azarosa, el resultado es la mayor desorganización.
Cuando un general, incapaz de calcular la fuerza del enemigo, permite que una fuerza inferior entable combate con otra más grande o lance un destacamento débil contra otro poderoso y descuide situar en la primera fila a soldados con picas, el resultado es la huida a la desbandada.
La prueba de todo gran general es la capacidad para:
- Calcular al adversario.
- Controlar las fuerzas de la victoria.
- Calcular astutamente las dificultades, peligros y distancias.
Si estas reflexiones se respirasen desde un meme naranja saludable, yo creo que pueden ayudar a organizarnos. Me parece que tienen bastante sentido común.
Algunas de las organizaciones de nivel naranja, porque se componen de personas con una perspectiva mayoritariamente naranja, tratan de dar una falsa imagen de meme verde, donde aparentan tener un sentido de comunidad, que es mentira. Siguen poseídos por la envidia a sus compañeros, sus celos, su rabia, su cobardía, egocéntricos y narcisistas.
Y aquí seguimos, luchando los memes naranjas contra los verdes. ¿Para cuándo el salto al nivel turquesa?
Uno de los consejos que me dio mi primer jefe fue «no te confundas con la gente en el trabajo, no sois amigos, solo sois coincidentes laborales«.
[…] Con el tiempo aprendí que no era nadie en ese mundo de coincidentes laborales. […]