Vivir mi cruz (parte 14)

Photo by Joey Sforza on Unsplash

Los recuerdos de mis experiencias en Brasil, consigo traerlos a la memoria reciente a medida que se me presentan situaciones similares, y como rayos, reaparecen en mi mente.

Aparecen de forma desordenada. No siguen una línea temporal. Lo que me importa es lo que viví, no en qué orden lo viví.

Un evento importante que viví fue, cumplir 30 años. Ese cumpleaños que se supone tan especial y tan decisivo en tu vida. Una persona me dijo que no encarnamos completamente hasta los 30 años. Quizás el libro de antroposofía «La Tierra como escuela» diga algo al respecto.

Cuando cumplí 30 años, en 2015, yo me sentí la persona más solitaria del universo. Desde España me llegaron muchas felicitaciones que me hicieron mucha ilusión. Pero todas las personas estaban a 8.400km de distancia. El cariño de sentir el contacto físico de un abrazo de una persona querida, no se transmite por bytes.

Las personas que conocía en ese momento en São Paulo, estaban demasiado ocupadas con su vida y sus historias como para venir a tomarse algo conmigo para celebrarlo. Y la mayoría de esas personas vivían a 5 minutos andando de donde yo vivía. Solo una persona que vivía bastante lejos, cogió el coche, y vino a buscarme para ir a cenar a un bar cercano. ¡Gracias!

Recordaba las veces que a lo largo de mi vida yo he movido o cancelado planes por quedar con alguien. Corría como «salvadora», la gran amiga, que esa persona necesitaba. Todo parte de manipulación y chantaje emocional con la que algunas personas me han enganchado muchas veces. Porque nos gusta sentirnos que nos necesitan. Todo mentira y falsedad. Cuando yo los necesitaba, prácticamente nadie estaba disponible. Sus prioridades llenaban su vida y yo no estaba en la lista.

Las veces que viajaba de São Paulo a España, la mayoría de personas también estaban demasiado ocupadas para quedar un rato para vernos. De hecho, yo iba a casa de mi familia y pasaba las vacaciones allí. Y las personas no eran capaces de venir a mi pueblo a visitarme. Solo si yo iba a Madrid, entonces buscaban un hueco en sus apretadísimas agendas. De Madrid a mi pueblo se puede ir en tren, y se tarda una hora y cuarto. El mismo tiempo que yo tardaba en ir de mi pueblo a Madrid para quedar con las personas. Pero parecía que era yo la que tenía la obligación de moverse.

En las navidades de 2016, una de las personas más queridas que conocí en São Paulo, llamémosla M, se vino a pasar esas fechas conmigo a España en casa de mi familia. Fue una de las mejores navidades que he vivido. Y recuerdo que, paseando por Madrid, M me preguntó «¿qué estás haciendo en São Paulo? Tú tendrías que estar en Madrid, este es tu sitio». Me dejó bastante tocada esta pregunta. Digamos que tocada y hundida en un momento. Llevaba ya 2 años y medio en São Paulo y ya me pesaban muchas cosas a las que había renunciado por haberme ido.

En el viaje de vuelta a São Paulo, tomé la decisión de volver a España, a Madrid. Uno de los motivos con más peso para tomar esa decisión fue, la situación de miedo físico continuo que yo sentía por la calle en São Paulo. Además, que como reto profesional, mi aportación de valor ya la había cumplido. Había creado sola un equipo de trabajo de 19 personas, la operación ya estaba estabilizada, los procedimientos establecidos, y las personas formadas. Quedaba la parte de optimización y rutina, pero esa parte ya no me motivaba como la parte de crear algo de cero.

Me armé de valor para preparar mi reunión, e informé en enero de 2017 a mi responsable en España sobre mi decisión, y planteé un plan de acción por mi parte para los próximos 5 meses, para dejar el equipo autónomo sin mí.

Yo había estado formando a mi sustituto desde 2014. Un alto directivo me dijo en 2010 que, cuando entras en un puesto de dirección, desde el principio tienes que pensar en quién te sustituirá. Y así lo hice.

En mi cumpleaños de 2017, yo ya sabía que sería mi último cumpleaños en Brasil. Y lo celebré como a mí me gusta, cocinando para las personas. Esta vez sí tuve personas queridas que vinieron a mi fiesta. No pude dar la noticia de mi vuelta a España, pero yo lo viví como mi despedida.

Los siguientes meses, me esperaba un torbellino de acciones y decisiones para poder volver y cerrar esta etapa.

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